
Jesús Moreno era un señor de 66 años que laboraba de sepulturero en Chiquinquirá, y en su jornada nocturna trabajaba en la panadería Nutibara.
Luis Tirso García tenía siete hijos, cuatro mujeres y tres hombres, que el 25 de noviembre de 1967, terminaban sus días de colegio. Luis Tirso tenía 60 años y su labor era educador de animales pero en el momento se encontraba en Bogotá porque a su esposa la operarían de la vesícula.
Los escolares caminaban hacia el teatro donde sería la clausura, y Jesús Moreno camino hacía el cementerio pensando, que sería un día normal. Pero antes de las ocho ocurrió un acontecimiento que demostró que algo inusual estaba ocurriendo, cuando uno de los colegiales se desplomó en plena calle.
En una casa donde quedaba el hospital comenzaron a llegar cantidades de personas intoxicadas, incluso de otros barrios, solo habían tres médicos y cinco enfermeras, y su mejor método de auxiliarlos era haciéndolos vomitar, pero no era suficiente, los enfermos caían en tal estado de gravedad, que perdían el conocimiento y había que tenderlos en los catres. De pronto empezó el rumor de que el agua estaba envenenada; que hasta el inspector de policía mandó razón a la casa para que no probaran el agua, mientras que en la panadería Nutibara todavía seguían despachando pan fresco.
La familia Tirso había desayunado hacía una hora con el pan que siempre compraban en la Nutibara. De pronto Amparo, Tirsito y Luis Carlos empezaron a sentirse muy mareados hasta desmayar, mientras que María Josefa pidió ayuda y con una vecina se fueron para el hospital.
El hospital estaba repleto, había dos y tres personas en una sola cama y nadie sabía que estaba ocurriendo. Poco después descubrieron que el pan estaba envenenado. Juan y Joaquín eran dos empleados de la panadería que quedaron pasmados con la noticia, pues se habían comido siete panes recién salidos del horno entre los dos. Pero Juan ni siquiera sentía dolor de estomago y ayudo a Joaquín a ir al hospital, donde falleció pocas horas después.
José Antonio Vargas, médico de Boyacá viajo rápidamente a Chiquinquirá y en una ocasión tenía su consultorio al lado de un almacén de frascos de Folidol (un veneno de insectos) y muchas veces se quejó del molesto olor. Por esto cuando tomo un pedazo de pan, reconoció inmediatamente el material contaminado.
Al lado de la panadería, quedaba una tienda llamada “Almacén Mi Granja”. Rodríguez un trabajador de la tienda notó que uno de los frascos estaba roto, así que una de las 24 botellas no se podría vender, porque al quebrarse en el transcurso del transporte, se había regado sobre varios costales de harina que venían debajo.
En la familia de García fallecieron tres de sus hijos varones, y casi muere Nohra, pero se salvo porque le aplicaron una inyección de atropina (antídoto del Folidol) como “por no dejar”.
Blanca Neira, era concejal, llegó al hospital atropellada, sin aliento y afanada por averiguar qué estaba pasando, la acostaron y le pusieron el antídoto sin estar intoxicada, estuvo ocho días enferma, y cuando el municipio entregó un auxilio a cada damnificado, no le dio a ella por que no había llegado enferma al hospital.
Atendían numerosos médicos de Boyacá y hasta el propio ministro de Salud. Tomas Alfonso Romero quien estuvo muerto durante 24 horas, fue atendido por el ministro, y de la familia Romero, solo Blanca Helena no fue al hospital, junto a ella se encontraba Martha la menor, que fue la única de la familia que falleció.
En la familia de José Miguel Ortegón, de nueve hermanos, murieron tres.
En el pueblo solo queda Inés que fue una de las más enfermas y vio morir a su hermana en el hospital ese sábado 25 de noviembre.
El inspector y su agente tenían detenidos al chofer del camión y el dueño de la panadería Nutibara.
Para Jesús Moreno ese día definitivamente no era como los demás, ni el domingo. Abrieron tumbas sin descanso alguno, lo que para él, seria un golpe de suerte debido a su empleo, pero estaba tan conmovido que no quiso pedir ni aceptar propinas.
Cinco años después en la dirección de la panadería Nutibara, ya no hay panadería alguna, desde ese sábado no volvieron a vender pan allí, el hospital también desapareció, ahora es un edificio moderno y la vieja casa quedo transformada en un jardín, en la esquina del Almacén Mi Granja hay un aviso que informa donde esta su nueva ubicación.
El inspector fue asesinado por un lío de faldas, Benjamín Castro se retiro y ahora es auxiliar de contabilidad de Transportes Reina en Chiquinquirá, la empresa de transportes que provoco la mezcla de harina y Folidol desapareció, Erasmilo Vargas (chofer del camión) tiene ahora un negocio de maderas en Bogotá, el medico que identificó primero el contaminante trabaja en el nuevo hospital, Luis Tirso García sigue adiestrando animales y tiene un caballo que cuenta monedas y un chivo que saluda al publico desde una escalera, sus cuatro hijas sobrevivieron, Nohra, la niña que fue salvada “por no dejar” tiene ahora 12 años, aunque sufre de mareos, pesadillas, dolores de estomago, entre otras cosas y perdió el curso por las secuelas que dejó el incidente.
Los dos detenidos quedaron libres al cabo de 10 días, el caso se radicó en Tunja y después volvió a Chiquinquirá.
Chiquinquirá supero la tragedia en la que murieron 65 personas, 61 niños y cuatro adultos y 165 personas heridas.
El Folidol “se vende como pan”, fueron las palabras del dueño del almacén que le hace competencia al almacén Mi Granja.