Una flor blanca, seis pétalos abiertos, una abeja y dos orugas preparándose para su metamorfosis. Granitos de polen amarillo esparcidos en el aire. Una suave ráfaga de viento. Una oruga y una abeja.
Al lado, un charco con barro, piedrecillas y otros insectos.
En el agua, el cielo reflejado: una nube, un pájaro y una sombra. Luchando entre pequeñas ondas, otra oruga. Es indiferente, un poco aparte, un tallo flexible con una sonrisa blanca con brillo de oro, lo mire a los ojos, abrí la boca pero no me salieron sonidos.
Él en silencio, cruzo sus cortas manos sobre mi pecho, sonrió en su sanidad y prudencia y me abrazó y la abeja y la oruga que no se van. Siguen en presencia del espectáculo. Dos lagrimones callados, sin protestas, rodaron nuestros rostros. Mi corazón sonríe y mi presente levanta el vuelo
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